sábado, 25 de diciembre de 2010

25 de diciembre

Voy por líneas, una de derechos y otra de reveses. El tejido se aprieta, lo deshago, vuelvo a comenzar. En el estambre, como en todo, lo importante son los espacios. En la pantalla alguien habla de las siete reglas para mentir y engañar: pongo atención y me doy cuenta que cada vez somos peores embusteros, nos miramos y reímos porque esconderse es un arte viejo y fácil, hemos pasado años haciendo esto, jugando y escapando, tirando la piedra sin esconder la mano, despertando pasiones sin argumento y tristes finales.

Hace frío, te digo, como si supiera lo que digo. Me pongo una manta sobre las rodillas y trabajo justo en este día, cuando el mundo parece haber muerto: cada año es lo mismo, las mismas palabras transparentes, el mismo silencio que te permite respirar mientras los otros comen las sobras, ven películas o se sumen en el sopor del invierno subtropical.

Le pregunto a mi padre si se le cierran los ojos a los muertos para no horrorizarnos cuando miran al absurdo. Me sonríe con los ojos de "no-voy-a-contestar". En su cabeza está la historia de los ferrocarriles y de su boca sale una vía retorcida que llega hasta mis orejas. Vemos juntos no la película sobre Bob Dylan, sino la primera vez que fue posible transportar mercancías a largas distancias en poco tiempo. Nos pasan frente a los ojos generaciones de viajeros y la aceleración del mundo. No sé si alcanzó a oler las montañas de gardenias que se apilaban de madrugada en la estación de Buenavista, uno de los aromas que me dolió perder cuando mataron mi infancia.

Tú duermes y pienso en qué palabras decirte despacito para meterme en tus sueños. Tengo los dedos helados de tanto teclear y decido apurar el punto para entrar en la cama contigo, soñar al mismo tiempo y por un rato, olvidar.

martes, 30 de noviembre de 2010

Cuento de otoño

Cada mañana cuando ponía el café recordaba que su vida ahora estaba llena de voces que no eran humanas. El rumor sedante del refrigerador que nunca para y las bellotas golpeando las ventanas, como si el viento fuera un niño travieso queriéndola obligar a mirar más allá del cristal para seguir con los ojos la caída suave de las hojas, el balanceo de las ramas, el sol que nunca deja de dar vueltas al mundo y organizar la vida de los obedientes.

Hablar es difícil cuando te acostumbras a la música y la soledad. El tiempo pasa leve en la casa, se puede cantar, andar de la sala a la habitación, encontrarte con las letras de los muertos, tan pacíficos y amigables, que esperan en el estante a que quieras hacerles caso. Hay libros que recitan al oído suavemente sus secretos; otros gritan desesperados ideas descabelladas; los menos son islas que te capturan el alma.

Ella pensaba que cuando estás solo eres eterno y adquieres la textura de lo que te rodea: ahora te deslizas como una sombra lenta sobre la tela del sofá; ahora pasan tus páginas como la anécdota emocionante de un estudiante que vuelve de la escuela; ahora reptas por los muros como una araña diminuta con un dibujo de estrella en la espalda. Se imaginaba que podría estar así durante siglos, sin más recordatorio de sí misma que la mente y el espejo.

Pero luego llegaba la noche y aparecía el Otro, con sus ojos de animal marino y un cuerpo que no rompía la calma, que se mezclaba poco a poco en el ambiente. Ella se desprendía de sus ocho patas, la tinta otra vez era sangre, adquiría color y volumen. Abría los ojos para besarlo y al tocarlo era de nuevo una mujer, a punto de tener voz para relatar las pequeñas maravillas de aquel día.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Entre puntadas

Hoy me senté en el portal de la casa a coser el botón que le faltaba a tu camisa. Pensé acerca de qué puntada usar, la conveniencia de las líneas cruzadas o paralelas redibujadas con hilo en su sitio. ¿Qué somos tú y yo, líneas paralelas, líneas que se cruzan? Al cabo de un rato sabía la respuesta. Encendí otro cigarro, ya no son Gratos pero todavía me hacen toser, este no estar donde estábamos ha hecho que mi cuerpo se rebele al fresco de la montaña. Caprichoso él como yo, ya lo sabes, con todo y la mantita verde sobre las rodillas, con todo y el suéter de punto, no se me va este frío de estornudos repetidos.

Intentaba explicarle a mis fantasmas que yo puedo poner la vida donde se me de la gana. Me decían ellas -sí, los espectros siempre son ellas- que eso no era cierto, que los recuerdos son una materia peligrosa. Yo me reía con la mano sobre la boca (como cuando trato de esconder la timidez que me da ser feliz, torpe y desmemoriada) y les decía que no, que son una materia dúctil. Ellas me miraban desde el limonero: por eso son peligrosos, porque los conviertes en lo que quieres y no en lo que son. Me quedé callada, ya no quise contarles mi secreto, que yo no quiero nada de mis recuerdos, que para eso tengo la realidad, que está siempre donde yo deseo.

Recordé entonces que a los señores con barba no se les permite entrar a los columpios del parque y se tienen que quedar mirando desde la cerca de madera, advirtiéndole a las niñas morenas del peligro de impulsarse demasiado alto, sonriendo sin mucha convicción y quizás con algo de envidia. Y me gustó pensar que soy un cangrejo pequeño que se esconde en la línea que hay entre el agua y la tierra, y que para tenerme hay que seguirme despacito, acariciarme la espalda y tomarme, con cuidado, entre los dedos.



domingo, 7 de noviembre de 2010

Última temporada

Quiéreme en el requiebro de los labios, en el pensamiento que se escapa rumbo al sueño. No permitas que la tregua al mundo se termine y con los grados que le faltan a la noche invéntame algo parecido a una flama. No tengo prisa porque no tengo tiempo, cuando comienzan las cuentas regresivas vuelven los ausentes y por más estúpido que parezca me siento otra vez flotar sobre la bendita nada, ni la tierra ni yo temblamos, irse es una cuestión de seguir andando, brincar al mar o destrozar los planes.

La duda vive a mitad de camino entre la ilusión y cobardía. Esta mañana me desperté sabiendo tantas cosas que apenas me reconocí en el espejo: soy tan vieja como un mito, mi cuerpo es una máquina elástica que asombra, el cristal de mis ojos ha sido pulido por el ritmo secreto de nuestra especie casi aniquilada. Pase lo que pase la belleza de haber sido está intacta: esperamos el futuro para saber si se trataba de un poema, una novela, un reporte policíaco o simplemente una notita a mano, de esas que a veces encuentras en las banquetas llorando, pedacitos huérfanos de existencia.

La historia de una vida es una cuestión narrativa que no altera la intensidad de los momentos, el presente siempre eterno. Salgo de la casa, me templo la superficie contra el viento: abro la boca, hablo siempre, nunca miento.

Que comience la temporada de invierno.


miércoles, 20 de octubre de 2010

Vistas rápidas


Me asomo desde el borde de la taza de café: vamos por la mitad y apenas logro que esta pila de libros, papeles y fotocopias se vaya ordenando en pequeños caos de la misma clase. No quiero ni pensar en la montañita de recibos, no sé dónde están mis documentos escolares.

Me asomo desde el borde de la noche anterior: el mármol y las sorpresas tristes ya sabidas entre líneas. El cansancio en los muslos, lo único que hice todo el día fue recorrer la ciudad, caminar y cantar una misma canción. Música de colores en el aire y sirenas, gente hablando, enviando mensajes, poniendo cara de profundo interés y apreciación de la música contemporánea.

Me asomo al fondo del vaso de mezcal: la calle completamente sola, luminosa noche de mujeres, nosotras andando hacia el bar, perfectas y bamboleantes, pantalones ajustados, escote fundido en negro, vestido sexy de diez pesos. En silencio como todo lo hermoso. Las miradas de la rubia, la morena y yo, hablando de sexo, amor, travesuras y sustancias liberadoras. Las verdades a esa hora parecen ciertas, las determinaciones, simples.

Me asomo por la ventanilla de madrugada: los martes volver a casa es fácil, la oscuridad dura solamente cuatro horas, ya no sé evitar el amanecer. Me arrastro por este día pensando que no me gustan los presagios combinados con el desvelo, porque me ponen triste.


Philip Glass a las puertas del Palacio de Bellas Artes. Octubre de 2010.

domingo, 10 de octubre de 2010

Simple (otra escena de amor)

Vamos a darle la vuelta a la noche, a devolverle al otoño su temperatura y sus colores, a poner el cero exactamente dónde nos dé la gana. Despúes de haber permitido que me lamieran las piernas los ojos de ciento veinte desconocidos (como una buena samaritana que sonríe comprensiva), por fin llegas tú, para quien estaban hechos estos muslos suaves. Un beso, una mirada y la calma necesaria que acabo de atravesar, ponen en movimiento nuestras horas.

Una semana de mierda, dices y caminas a mi lado. Vamos a casa, esa que es más mía cuando estás en ella y también es tu casa. No hace falta nada, yo he esperado este día con la botella en el congelador y un chocolate, quería estar contigo frente al silencio para relatarnos y cantarnos, destejer el tedio que lastima y hacer el boceto de las posibilidades. Amanecemos aplaudiendo por la cena y todavía no queremos dormir, seguimos jugando a ser cachorros sin futuro, sin memoria, anudándonos hasta el agotamiento.

Así es como logras que deje de hablar y me quede solamente en el instante. Desaparecemos el tiempo y poseemos esta ciudad que a veces nos da rincones. Así es como llego a la tarde del domingo, perfecta y hermosa.

Así es como me haces feliz.

domingo, 3 de octubre de 2010

Azotea

Ráfagas de viento se cuelgan de la malla ciclónica que cerca la fachada de la casa. El limonero trae la promesa de una cosecha y junto a mi, con la música, merodean los fantasmas de los perros. Aquí arriba ya solamente tomamos el sol los alacranes y yo, imaginándonos que lo que pasa volando son listones de colores: azul para el viento, verde para los sonidos, amarillo para la luz, negro para las sombras. Muy fácil, listones que nos atan despacito mientras seguimos tecleando acerca de una tarde de domingo con los huesos cansados de tanto dormir, al principio de la libertad.

El cabello se me revuelve como si fuera en el auto manejando hacia mi viejo barrio. Esquivar los baches, cantar un poco, mirar la ciudad ajena -cada vez menos ella-, oler la promesa del mundo sin referencias al otro lado de la semana. Una mano sobre el muslo, la adivinanza de una mirada de reojo. El recuerdo de los sueños y las historias vistas a medias, debajo de las cobijas. Ese cuerpo camino que no acaba, este cuerpo que se acomoda y se enciende, las marcas de la pasión que no se borran fácilmente. Punto y aparte.

Otra noche, una de personas enloquecidas, con deseos y transgresiones en juego. Entradas y salidas como de un escenario, a la mitad de la obra llego sin saber muy bien cuál es mi papel. Yo y el otro andando por la calle, bailando, diciendo cosas como mañana, mi, nosotros, siempre. Fragmentos de la verdad, aquí no hay quien pueda irse porque somos a prueba de distancias, vivimos de la casualidad y el hambre. Una mañana para caminar la avenida y observar a la gente esperando el camión, seres mudos e incómodos con la cabeza inclinada, como una familia improbable que no se quiere. Flores que caen de mis manos durante todo el camino, temblando de alegría. Tu sonrisa. La mía. Sin tiempo.

El sol va y viene, se abren huecos allá arriba como para una revelación. No me hace falta tenerte aquí para saber que podrías estarlo, del otro lado del impermeabilizado, escribiendo y fumando, cantando esta canción a medias. Quizás otro día, ahora mismo me basta con pensarte, sentirte en los pequeños dolores esquinados, revivirte en una certeza.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Cuidado

Tiende la cama. Es domingo y los demonios de la ansiedad laten en silencio debajo de la tierra, como si sólo haciendo ruido pudieran aterrorizar. No es tarde ni temprano, simplemente el borde de un día tranquilo que tiene que desembocar en la certeza de un lunes, sin que haya beso que valga para evitarlo. Tiende la cama y luego se mete en ella, La espera, la abraza, la hace dormir. La salva de vivir una noche como todas, leyendo o escribiendo hasta tarde, buscándose el ritmo en el espejo o el reposo enroscada en sí misma.

¿Afuera qué pasa? En la escalinata del museo treinta personas y el Viento dibujan. En alguna calle muere alguien sin haber sospechado que ese día sería el último. En la casa del otro lado del jardín un hombre mira el juego de beisból y comparte lo que tiene. Afuera el asfalto se deshace en hoyos de lluvia y en los estacionamientos las llantas de los autos se endurecen un poco más, porque saben que al amanecer estarán en una carrera tan lenta que puede desalentar cualquier deseo de vivir.

Pero adentro están la oscuridad, la ternura, algo hecho de ritmo lento y deseo, confianza, calor y huesos que embonantal vez demasiado bien; alientos liberados de palabras y labios que encienden sin querer. Adentro están los dedos entrelazados y una calma que invade hasta que la conciencia se disuelve en historias de árboles y niños. El despertador suena aunque todavía está oscuro. Y hay la prudencia para apagarlo y seguir así, minimizando el espacio entre cuerpos, caer dejar que la unidad siga muchos minutos más, tantos como se pueda antes de salir.

Como los besos en el cine, a veces sucede el milagro del cuidado.



"Superficies del deseo" en el MUAC-UNAM.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Renuncia de ciudadanía

Nunca había temblado por algo que no fuera sexo afiebrado, frío o encuentros delirantes. No creí que podría derrumbarme a la mitad de los caminos violentos que recorro cada día y perder de una vez por todas la conciencia. Haber vivido la posibilidad me hace un poco más blandos los huesos y un punto más grandes los ojos.

La ciudad se me metió en la sangre por fin y esa es la señal para echar a caminar por otras partes del mundo. Sólo queda la pregunta obvia de si la ciudad no soy yo misma, llenándome el aire de humo turbio, imponiéndome el ritmo insostenible de los motores y traicionándome sin razón en cada esquina. Intuyo que nacer aquí te deforma irremediablemente el alma, que siempre voy a traer el hormigueo a cuestas.

Pero empiezo a despedirme de todo aquello que rodeándome, conforma mi silueta. Ya no quiero perder más tiempo yendo de aquí a allá, ordenando a cada mirada lo que veo para no darme cuenta de los pordioseros, la basura y el odio; para no sentir, ante cada casa vieja, que visito sin llevar flores la tumba de la felicidad. Ya no quiero tratar de sacarle los colores al pasado y omitir el abandono, la incoherencia que hemos construido y vamos destruyendo mientras levantamos fantasías cada vez más tristes y precarias.

La ciudad que amo tenía tranvías y silencios. En ella uno podía perderse durante días y borrar los recuerdos de cierto crucero, seguir viviendo sin pensar en los amores que habitaban otras colonias y poseer el ritmo. Renuncio a la ciudadanía, necesito paz.





jueves, 9 de septiembre de 2010

Azul eléctrico

Te canto, sentada en el portal de mi casa que está dentro de la selva. Pasa el viento levantándome el vestido y no importa nada, estoy sola junto a las plantas que se desperezan, emocionadas de que la lluvia vaya siendo menos cada día. Veo un caracol y le dedico el siguiente bolero -espero que no te moleste-. "Negra, negra de mi vida, negra consentida, ¿quién te quiere a ti?". Dices, espero que tú, en mi mente, y me tiemblan las rodillas.

La tarde cae cada vez más tarde: el amanecer se retarda y sobre la iglesia de mi pueblo el azul eléctrico me hace pensar en el futuro cercano: este presente precario, hecho de disciplina y silencios, me gusta solamente porque tiene final programado. Hasta las promesas de la sangre me saben a brisa ligera que se olvida al amanecer. Lo único definitivo es este cuerpo, esta voz que se quiebra con amores que no ha vivido, esta descreencia por sistema que tiene el privilegio de la sorpresa.

Es otoño, logré llegar. Solamente en él hay este sol dulce dulce, que se resiste a largarse. Solamente en él me miro las manos y las encuentro hermosas sin acariciar a ningún hombre: esos otros y sus promesas de sirena ebria, sus realidades evasivas que explotan a media noche con violencia, sus poemas desgarrados remendados con hilos de plata, sus historias de verano junto al mar.

No quiero nada, quiero quedarme aquí, cantarte toda la tarde, platicar con las criaturas que no hablan y prolongar el zero hasta que ya no aguante más...




domingo, 5 de septiembre de 2010

Por qué amo los días de lluvia



Aún no cae la peor lluvia del año y sin embargo haciendo fila todos contamos las gotas, inmóviles, tendiendo un campamento inesperado sobre el segundo piso del periférico. Algunos cantan, otros caminan despacito por donde siempre se transita a noventa kilómetros por hora. Sin el refugio de la velocidad solamente somos un montón de personas que bajan de sus fieras a platicar, mientras la caída fina se nos mete en los cristales de los ojos. Los niños preguntan qué pasa, un poco nerviosos lejos de sus aparatos, y nosotros aventuramos hipótesis de muertes o inundaciones sobre el aire.

Pasa el tiempo, nos quedamos obervando la ciudad, alguien saca un suéter extra de la cajuela, el domingo es tan oscuro y hermoso como tus brazos. El agua juega con lo liso y lo poroso como yo con tus huesos y tus complicaciones. Los faros de freno nunca han sido tan intimidantemente rojos ni el silencio tan verdadero. Aquí no hay ruido que valga para deshacer el optimismo. Organizamos el regreso al origen, uno a uno vamos dando la vuelta en U, estamos inventando el sentido contrario, somos dioses emocionados y prudentes. Una señora dirige la operación; un hombre a mitad de los cincuenta sonríe y da voces firmes, indicaciones atinadas. Los demás somos soldados del ejército que escapa, disciplinado y afanoso.

Pero, para el desencanto general, llega la policía. Tres motociclistas solemnes nos indican que ya hay camino y vamos todos siguiéndolos, lentamente, como un cortejo de princesas o una expedición a tierra ignota, esperando poder verle la esquinita al desastre que nos hizo hablar como las personas de antes, creyendo que quizás valió la pena. Enciendo el motor y el segundo cigarrillo que me diste para volver a casa. Subo el volumen a la canción y con Willie Colón, me pregunto, "oh, qué será...".

Es la lluvia, mi vida, con tan poderosa magia, que hasta tiempo nos dio para jugar.



lunes, 30 de agosto de 2010

Resquebrajadura

Abrir la boca y decir lo que se siente, sin pensar. Usar la noche y la música, reír y bailar, apoyarse en unos brazos que tiemblan con las palabras. Una casa vieja, la casa de alguien más, para desbaratar el nudo de las pretensiones y dar el paso delicado de lo perfecto a lo real.

Un estremecimiento que termina de madrugada, una concesión a lo que es, un recomenzar las historias que se cruzan, siempre mirándose apenas, y percibir la inminencia salada del llorar. Sacar las lágrimas empujando con los huesos más pequeños, ablandarse poco a poco hasta ser bestia sin voz otra vez, dejar ir la furia de todos los hubiera y caer rendido por hacer lo que no se quiere, lo que se debe, lo inevitable.

Ser a la mañana frágil y nuevo, expuesto sin remedio al sol y al tiempo. Y saber que es solamente una fracción de ángulo la que ha cambiado en la mirada, una sombra menos, un secreto más ganado al miedo, un trabajo tan arduo que no queda más que dormir por dentro para seguir viviendo.


jueves, 19 de agosto de 2010

Women are heroes





¿Qué es ser héroe? ¿Qué significa ser una mujer y ser heroica? Quizás nada más que levantarse de la cama cada día y bastarse a sí misma; reconocerse las fronteras y los tiempos para respirar; subirse al ritmo del mundo, creer sabiendo descreer, estar lista para decir adiós, para saludar a lo nuevo, para reflejarse en cada par de ojos y no salir asustada de lo que encuentra en ellos.

Hay mujeres que se enclaustran para trabajar en sus proyectos secretos o públicos: galletas dulces, café y hojitas verdes que van creciendo a la par de las puertas y ventanas esbozadas en color de cera. Hay otras que conocen el tiempo de oficina y lo llenan de música o pequeñas palabras de amor dichas en línea, para no olvidar que alguna vez sus abuelas cosieron en los portales de las casas y amamantaron a sus hijos de la mañana al atardecer, sin tener que sostener ninguna otra realidad que la del hogar.

Hay mujeres vulgares, con sólo una idea mediocre entre las piernas. Hay mujeres feas, transparentes y débiles, que se rinden al primer golpe de silencio. Las hay que ni siquiera existen, tan disminuidas por el miedo de no ser, ironía, y que es lo que son. Mujeres de pan que se disuelven en el café, mujeres de sudor que caen extenuadas al amanecer creyéndose cualquier embuste de la noche.

Hoy fui una mujer a la luz de una vela que no reconocía su propio cuerpo de madrugada, jugando con las sombras alargadas y midiéndole el tiempo en versos al azul que rompía en alba.

viernes, 13 de agosto de 2010

Sangre paralela

Irse del otro es fácil. Sólo toma el esfuerzo necesario para comprender la razón y luego caminar tranquilamente hacia la salida, fumando y pensando que así es esta especie voluble y cruel. Sólo la primera separación duele, tanto que vale por todas las que le seguirán, pues es el quiebre permanente de la ilusión que entraña el "siempre". Abandonar al otro es como beber agua. Un giro mental en el que lo despojas de sus nombres y atributos; una decisión definitiva, la de desencadenar una tormenta que se vivirá por separado, cada quien sus truenos y sus gotas frías.

Decir adiós es simple. Sólo hace falta decirlo y volverse a mirar en el espejo. Hasta las lágrimas, con el tiempo, se van domando y lo que arde sobre las mejillas ya nada más es el vacío.

Pero la sangre paralela que se aleja me deja sin fuerzas, sin recursos retóricos o prácticos. No pensé en ese adiós, no puedo sentirlo aunque exista. Teníamos que ser dos criaturas enfermas de soberbia en una guerra que se tiende sobre el silencio, después de ser capaces hasta de leernos la mente.

Te lloré. Ya no te lloro. El nudo en la garganta no se va y te extraño aún como el reflejo más fiel del conflicto secreto que guía nuestras vidas. Demasiado atado a mi nombre está el tuyo como para creerme la mirada que desvías cuando nos encontramos por casualidad.

Ojalá todavía pudiera llorar, al menos podría disolver esta angustia de saberte, cada vez más para siempre, fuera de mi vida.

¿Y por qué esto sí es para siempre?

domingo, 1 de agosto de 2010

No existo



Para Annie Gil.

Bailar sobre el aire cálido del domingo sin atarse al color del propio cabello, a las uñas que crecen con el rumor imperceptible de la muerte que atrapa el polvo ese tan fino que se respira por las mañanas, cuando una rendija de luz acaba con el sueño de la piel contra la piel... No existo, dice Annie, tengo nueve años y soy lo que hay entre las páginas de un libro mientras se pasan las hojas...

Lo que fue es una materia sumamente flexible. Querer, recordar u omitir el detalle de unas manos que tejen lana de colores o la boca del deseo que canta, imprevisiblemente emocionada, es más una cuestión de creatividad que de experiencia. Pues se ha ido todo ya, como la vida de aquella criatura pequeña que llevaste a casa esperando a que pasara la noche y que exhaló en un demasiado tarde que era demasiado pronto.

Viene el amor, la ruptura de las querencias que no se remedia ni acariciando al mundo con la punta de la lengua. La música que inunda el aire y las caderas, se refleja en el espejo una vez más, de no se cuántas pero siempre la primera. Criaturas que fueron y quizás no serán, atrapadas entre lo manipulado y lo inexistente. Por eso siempre es posible que sea domingo, de sol o lluvia, doliéndose entero el hueso de la muñeca izquierda por el golpe recibido o abriendo bien grandes los ojos para llenarnos de todo lo que sentimos.

No existo, no existimos. Pero podemos ser.

martes, 27 de julio de 2010

Miradas

Metro Coney Island-Downtown, NY


En la mirada de una mujer desconocida se puede leer el deseo pasado de hoja, apenas trasluciéndose por el envés del papel de arroz. Las sonrisas se ejercen a voluntad, pero el arte de mirar sin dejar ver que eres feliz o tienes miedo, es un reto que sólo está a la altura de algunos privilegiados manipuladores.

Porque la añoranza puede sorprenderte a medio vagón del metro y la envidia inunda cualquier iris sin quererlo. Nos medimos en segundos para disponernos a desear o desdeñar; clasificamos, morimos de sed o de asco. Unos ojos que persiguen una esquina rumbo a la sorpresa, son la cosa más terrible o pura que se pueda contemplar.

¿Y quién no cayó en la promesa que no leyó, sino que escribió en el otro cuando fue mirado? ¿Quién no ha entristecido, en la hora exultante del amor, con los ojos vacíos de la pérdida ajena? Y ante la mirada transparente de los niños, ¿quién no sucumbe a la fantasía de la esperanza?

Somos tan transparentes... ¡Pero tan malos lectores!

martes, 20 de julio de 2010

Llueve y yo en el mar


Llueve otra vez, en el mes en que nací yo y también mi hermano-cómplice, el Viento que usa lentes. Alguien que quiero dice/escribe la palabra "mar" y me regala el mismo segundo lejos del periférico, en donde hay un barandal y un banco, en donde los números de la suerte bailan despacito para no llegar antes de tiempo.

Mar, dice; mar, leo y ya no canto, estoy allá buscándo la arena y los cangrejitos que como yo, se esconden para que nadie los moleste. Cuando despierto estoy cerca del siguiente almacén, tengo que asumir la realidad, tomar un carrito con la dirección jodida y buscar los artículos de una lista que incluye aire comprimido, cinta gafer y maestro limpio... Sigo hasta el supermercado donde ya las piernas se me doblan y tengo que ponerme a jugar con las empleadas de salchichonería para recuperarme del desamparo, para no aniquilar tanto neón y plástico con la sonrisa...

Subo la parte de la carretera que me lleva a casa. Las nubes ciegan las crestas de los volcanes que no están tan lejos: no hay sol y por todas partes el asfalto se ha reventado recordándome que estamos en guerra. Las piedras se divierten con el desatino de los autos y el pequeño mundo de la esquina sigue inundando, obligándome a dar rodeos de hormiga por las callecitas sucias de este barrio.

Cuando al fin llego, recuerdo la razón por la que pintamos la casa de azul, rojo y amarillo. Fácil, para no llorar.

jueves, 15 de julio de 2010

Potencia

Para DR

Que está ahí, pudiendo ser o no ser. Escondido entre los pliegues de la ropa recién lavada, secada sin sol, lánguida, resistiéndose a no ser en la humedad. En el vapor de la cacerola que se confunde con el humo del cigarrillo, de noche mientras leo esperando a que las hierbas aromen la casa. Observo a los caracoles salir de entre las piedras y le rezo al vacío para no pisarlos cuando salga de madrugada, todavía soñando con la piel del Desconocido.

Así me lates hoy por debajo de la lengua, como la anestesia que necesité para dejar de ser niña, en sueños que no quiero recordar para que no se arruine la sorpresa de temblarte cuando te vea por fin y acabemos con este ser potencia infinita. Darle un golpe contundente al azar y empezar a ser, a ver, a hablar. Darle carne a lo imaginado es violento. A veces, también, inevitable.

domingo, 11 de julio de 2010

Lluvia de palabras

Apenas se cerró la puerta supe y pude recobrar el norte de los ojos que miran como si no hubiera nada más sobre la tierra para respirar. Llovía afuera y mi sombrero seguía dando tumbos por el centro del mundo. Ya nada más dependía de la fuerza de mis piernas, de la capacidad de la sonrisa para sostener un encuentro, para descontarle las horas a la historia y tejer palabras sobre el humo, deliciosos discursos incoherentes o arquitectónicamente razonados.

Reír la lluvia, soñarla en justicia siendo el mar, aplaudir ante el desastre del reblandecimiento de esta ciudad que hace mucho no navega pero que extraña la guerra y revienta como puede para despertar a los sonámbulos.

viernes, 2 de julio de 2010

Punto de inflexión

La vida deja de ser un camino y me quedo de pie al borde de las realidades posibles, buscando una curva imaginaria, un océano que sea tierra líquida entre islas, unos ojos que me hagan escribir poemas sobre otras geografías. Las tentaciones en estos días se retrasan voluntariamente, los besos se prolongan en la imaginación, en una voz al otro lado del teléfono, una palabra interpretada: boletos hipotéticos hacia otras identidades, en las que yo no soy yo ni el mundo es esta mezcla de ruidos y rincones tras los que siempre encuentro a mis pocos, queridos, extraños amigos.

Ya no creo en las señales pero siento la delicada violencia de la insinuación. Casi no necesito decidir, hacer, ir; se me va la tarde soñando, ensayando falsos recuerdos contados a mis nietos inexistentes. Respiro la voz de los amantes que no conozco, a cuyas espaldas dormiré tranquila. Invoco al viento, que entre las montañas debe decir cosas más ciertas.

martes, 22 de junio de 2010

Coney Island


Entre las farolas que se repiten a lo largo del malecón de ese lugar, como pequeñas oraciones que nadie escucha o puntos de referencia para el vacío, van los pájaros de mar que se capturan en la foto como manchas pero arden en los recuerdos como ráfagas: las gaviotas se posan sobre la arena a dormir sin preocuparse de la gente mansa de ciudad, que sólo va a la orilla del océano a mendigar un poco de sol y música, que devora los helados mientras ríe inevitablemente por el aire: la playa siempre es hermosa aunque sea esta, con sus vieja rueda del infortunio y sus patitos de hule amarillo que lastiman los ojos.

Felices, por el deshielo, los que conocen el invierno. Cantan y miran directamente en mis ojos, me convencen de los milagros de la tarde, no permiten que esta voz se vaya con el viento.

martes, 25 de mayo de 2010

La belleza

Caían las mujeres como muertas sobre los sillones, exhaustas de bailar, de llorar, de sonreír. Ser hermosa era un trabajo muy cansado, un proyecto ingrato, un teatro de sombras que consistía en sembrar evidencias, diseñar destellos, lanzar miradas con un hilito atado al otro extremo a ver qué se pescaba, qué recónditos recuerdos del otro se ponían en movimiento, quién decidía conmoverse, mojarse, sorprenderse con la vida ostentada, expectante siempre.

A fin de cuentas era el juego del azar: nunca se sabe lo que gusta al otro. Los piropos son el reconocimiento de la propia historia, la nota de agradecimiento al espejo, nuestra propia imagen puesta sobre el otro.

sábado, 15 de mayo de 2010

Sueños

Para variar amanecio lluvioso, el termómetro por fin debajo de los veinte grados. Soñé toda la noche con una muerte, tan real como terrible. No sólo viví la enfermedad y la agonía, la lenta extinción que congela, sino que además buscaba en el cementerio las cenizas en un sobre, entre cajas enormes de archivo muerto que contenían las historias y los huesos pulverizados de cientos de personas, ordenadas por fecha de deceso. Lloraba y las lágrimas me quemaban la garganta, no podía hablar y comprendía lo irremediable, la violencia de lo definitivo.

Desperté de nuevo enojada porque mi cuerpo se cree los sueños y tengo los ojos hinchados, las piernas cansadas de tanto caminar sobre el mármol, los brazos adoloridos por los nervios crispados. Me tengo que quedar en la cama para recordar que no pasa nada, que llovió por la noche, que el sol va poco a poco apoderándose otra vez del tiempo y es sábado, tengo mucho qué leer y nadie que yo conozca ha muerto.

Sin embargo lo sentí y al lavarme la cara, veo todavía en la esquina de mis ojos un pequeño rastro de terror...

domingo, 2 de mayo de 2010

Confusiones

Odio al mundo. Especialmente una parte, esa que me empaña los vidrios con un sol sucio, la que me obliga a callar, la que me quita la energía.

Me subí a la azotea a leer sobre el desamparo de Søren, mientras me bronceaba, fumaba y bebía agua, sin creer que él no pudiera creer en ser lo que se hace y por ello se orillara a creer en la fe. Todo son equívocos, temores y enmiendas a una vida que no puede tener sentido claro. No es tan difícil aceptar la muerte si se acepta que vivir es responsabilidad propia.

Está bien, no odio al mundo, tampoco a una parte. Pero a veces es agotador.

domingo, 25 de abril de 2010

¿Quién eres, Otro?


Siempre he necesitado de mi cuerpo para saber que existo. Todas estas voces que vienen de lejos y de cerca, en oleadas caprichosas, a veces distraídamente, muy pocas involucrando la boca o el corazón, me dan pistas pero no me dicen mucho. Reconozco el trabajo de las palabras y las ideas, pero no cambio ninguna por caminar al lado de otro y pasar tiempo con él, compartir las anécdotas y los acertijos del mundo, desmenuzar la tesitura de su voz y confirmar que es un ser real.

En las redes sociales, las listas del Messenger, la bandeja de entrada. Sí, están ahí, pero ¿qué tanto? Todo son pistas, voluntaria aparición y ocultamiento; posibilidad toda, promesas, ilusiones, mensajes tendidos sobre lo que se calla. No tengo remedio, necesito la mirada. Nada reemplaza esa fuerza, pocas cosas suplen el poder de nuestros ojos que se encuentran.

domingo, 18 de abril de 2010

Lágrimas de tinta verde



Yo no sé cómo mirarte, cómo hablar con tu fantasma o con tu cuerpo. Se me terminaron los salvoconductos para amarrar lazos en el otro, ya sólo reconozco la piel, las miradas, las caricias. Sin poder poner letra sobre letra me siento en esa mesa, la gente charla, el vino corre. Pido un tequila, blanco y sin aderezos como siempre, afilo la pluma que llora tinta verde, que no quiere capturar nada, que me insinúa con su tristeza que hoy tan sólo debo sentir.

La dejo llorar, ¿quién soy yo para curar la orfandad de la literatura? ¿Quién para ponerle nombre a los otros? Apenas me reconozco, tengo el cuerpo cambiado, la paz es un terreno desconocido. A ningún lugar tengo que ir, los besos son de los que apuestan el canto fluido de los labios, las acrobacias de la lengua, los secretitos fugaces de las intersecciones gozosas.

Pido la cuenta, apago el cigarro, le pongo la tapa a la pluma. quedan sus lágrimas que casi parecen hechas de la sangre de las piedras, sobre el mantel. Y me lanzo a buscarte, ahora que me he encontrado.

domingo, 11 de abril de 2010

Pausa

Una pausa, unas horas, un escenario desconocido para ambos. Aquí hay una ventana que da al traspatio de las casas, a los estacionamientos y al cielo, un rectángulo generoso y modesto que deja pasar las nubes sin detenerlas en el marco de aluminio. A mi lado respiras, otra vez tus dedos tan soñados recorriendo las superficies de lo que no soy, de lo que únicamente existe cuando lo tocas y recreas.

No hace falta fumar. No hace falta hablar. No hace falta comer. La pausa permite que la memoria de la piel toma el control de todo y disuelva los minutos en una botellita de agua, pierda las miradas en los ojos que reflejan otros ojos. Te reconozco, querido extraño, no te me has borrado de la cintura aunque hoy seamos tan otros y tan distintos nuestros cuerpos, con sus nuevos volúmenes de aventuras, bitácoras de viajes con nombres de mujeres terribles o dulcísimas, de hombres enfermos de olvido y normalidad.

La ternura es el ocultamiento de la piel en otra piel, los huequitos para dormir unos minutos, el vaivén acompasado de las mareas que sobrevienen despacio, una vez, otra vez, una vez más entre el aroma violento y los líquidos efímeros que nos regalamos. Salimos, sorprendidos: afuera es de día pero cuando me besas siempre, siempre es de noche.

domingo, 4 de abril de 2010

Tiempo


Me miro como si esa no fuera mi imagen, sino la pintura de una pesadilla con marco dorado. Mediodía en el museo. Ahí estoy frente al reflejo en ese espejo antiguo, detrás de las rayaduras que ha hecho el tiempo y el polvo que duerme pacífico sobre el agua sólida. Ahí estoy a punto de enfermarme, de decir algo, presta a abandonar ese momento y seguir andando la maquinaria de la vida, paso tras paso por las salas, la calle, el auto, la casa, lo familiar siniestro una vez más.

Nadie pudo imaginarse mi mirada cuando los años no habían hecho marcas en aquél fantástico artefacto; nadie pudo haber previsto la fuerza de mis ojos chocando contra la historia sin recuerdos del azogue, que me devolvió la composición de algo que se supone que soy yo, pero que en verdad es sólo un instante capturado. No me pudo imaginar la mujer de hace dos siglos que quizás se detuvo, como yo, a meditar en lo que los otros ven de uno y que siempre se nos escapa porque no podemos observarnos mas que así, distorsionados, provisionales, e incoherentes.

Como ella, me miro mirarme, me capturo y sigo, aún sin saber quién soy yo.

domingo, 28 de marzo de 2010

Plantas


Ya no puedo ensayar razones para el mundo. Saber más es saber cada vez menos; las certezas, ilusiones desleídas por el tiempo. Miro de nuevo la filigrana de las jacarandas contra el sol de primavera, otra vez nuevas e inexplicables. Las plantas no tienen memoria de lo que han sido, constantemente florecen, dejan sus alfombras de color alucinante, regalan sus semillas y duermen el frío latiendo bajo la corteza endurecida.

Impresas en mis ramas -que son brazos- están las historias que me cambiaron los colores, que bloquearon el paso de la luz. Soy de esta tierra pero recuerdo bien los mundos desaparecidos. Ando, sí, pero tengo raíces que alcanzan el pasado remoto, lloran aún en las esquinas las muertes absurdas, se azoran en los encuentros sin designio, se consuelan en los besos sin promesa que ayudan a vivir.

Tan sólo por un rato, quisiera ser savia sin palabra, organismo que crece con el calor y el agua.

domingo, 21 de marzo de 2010

Tertulia

El objeto allí, la calma toda, el reposo del sabor y del saber al fondo del cristal recién brillado contra la luz de la vela. Reposo pasajero el de los instrumentos que sirven para adornar el momento; este, el siguiente, escurridizas unidades, desparpajadas medidas sin otro propósito que representar lo que transcurre. Ambiente difuso que creamos en horas de habla, de risa, miradas que se pierden en el camino de tus ojos a los míos por la debilidad de la llama, sólo quedan nuestras voces, los cuerpos se diluyen a medias en los sillones, se acoplan a la textura de los muros, juegan a ser hoja verde que se despliega muda.

Ahí están las cosas. De pronto, también estamos nosotros. Y transcurrimos siendo y somos felices, por un rato, en el que no hay más obligación que compartirnos.

sábado, 13 de marzo de 2010

Manos


Hombres que ordenan el mundo en parcelas, con la magia de la línea uniendo puntos en una red que pesa sobre el mundo. Seres, hermosos seres, que apacientan las ideas y las realidades en tranquilos corrales conceptuales.

Hombres de brazos blancos y morenos, ojos azules o negros, bocas que besan o callan y que forman diagramas de árbol calculando, corrigiendo, coordinando, como si el mar fuera una serie de referencias y variables, como si la textura de las nubes estuviera sólo hecha de moléculas y espacio.

Hombres que crean un universo que se explica poco a poco, que no es sino teoría. Demiurgos, legisladores, terribles jueces, reconstructores de historias y personalidades, parcializadores profesionales, tan lejanos del abandono a la totalidad que en verdad es la vida.

Pero cuando suman a la idea sus manos, todo cobra sentido. La red se desploma, el mundo vuelve a ser un milagro. Obras sobre palabras. Amores antes que ideas.

domingo, 7 de marzo de 2010

Primavera


Allí, donde enterramos a los perros y celebramos tantas veces el sol y la música. El mismo lugar en el que alguna vez fuimos una familia que se creía conocer, y como equipo recibíamos a los de nuestro apellido, a los extraños. En ese mismo mundo que regía nuestra madre y al que acudíamos con el hambre que sólo sacia cierto sazón.

Donde dejamos de decir que nos queríamos y pusimos una reja negra que marcara los territorios. Ese lugar que luego abandonamos, como nos abandonamos unos a otros, y por el que comenzamos a transitar por turnos, rumiando la tristeza de no haber sido nunca lo que creímos que pudimos llegar a ser.

Fuimos inocentes y la realidad nos atrapó en un silencio que no va a terminar. Pero en la primavera, el durazno sigue floreciendo.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Día de la bandera


No hay que engañarse respecto a los símbolos de la Patria: cuando los conceptos están vacíos, sencillamente no forman parte de la realidad. Quizás recordemos una emotiva media asta, un colorido festival, un día de asueto por el que se trasminaba la alegría de no tomar clases. Incluso tal vez hayamos algunos ingenuos emocionados con la imagen de Juan Escutia envuelto en una bandera: un niño, un héroe, la encarnación de altos fines que ya nadie tiene en estos días.

Mi bandera a contraluz vale sólo como obstáculo de las nubes enardecidas, un segundo antes de la noche. Me estremece el cielo y su violencia, su perfecta belleza que tan sólo es y que puede ser sentida. Esa clase de amor es real, no el amor a un hatajo de papeles que proclaman que tú y yo estamos unidos por algo más que el dolor de la muerte como costumbre, la precariedad como condición de vida y la incomprensión como divisa moral.

Mi cielo vale más que la bandera, que vale menos que cualquiera de mis amores. No, no soy parte, no puedo sentirme representada, simbolizada en valores que jamás se ejercen. Quisiera, tal vez, sentir algo así. Pero no lo siento.

Para Bastet (cuyo nombre de mexicana ignoro) y para Gabriel, que cree en el poder del cielo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Nieve


Todas las palabras del mundo cayeron esa mañana en forma de cristales diminutos, sobre el suelo, cubriendo las piedras y los arroyos con una capa de conceptos granulados que se deforman con un ruido apagado ante nuestro paso, rumbo a la cúspide de un silencio que flota sobre el viento. Cada pisada es una sorpresa al fondo de 20 centímetros de letras apiladas en el orden del absurdo, tan puras como cualquier idea, en cuyo fondo yace una matita de pasto, una rama quebrada en la última tormenta, un abismo diminuto que nos hace temblar de miedo instantáneo.

Debajo de la blancura está el mundo y sobre ella nosotros, tratando de adivinar el curso del agua y la traza del sendero que nos lleve lejos de los autos y los caballos cargados de madera, de los pobladores que mascullan saludos y los niños abrigados construyendo muñecos de nieve sucia, mezclada con la tierra, aferrados al concepto del invierno sin mirar que es lodo lo que atesoran entre sus deditos.

domingo, 7 de febrero de 2010

Suspendidos en el aire


En la sombra de la noche, en el puente anónimo de este tiempo, bésame. Será como si el mundo no pudiera derrotar nuestra existencia, como si los sueños quebraran el concreto, amainara el hielo que respiramos y las plantas del asfalto fueran una verdad, tan irrebatible como la sonrisa que despliegas ante el mundo.

Suspendidos en el aire, metros arriba del vértigo del caucho, abraza este cuerpo adolorido. La confusión, esa vieja escuela de mis pavores, se ha vuelto un hogar tibio desde cuyas ventanas asomo para ver la transmutación de lo vulgar en polvo, el milagro de las bocas anónimas, la asombrosa construcción de la coherencia, esa niña estúpida y frágil que siempre miente.

Házme olvidar el nombre que me dio la vida, ayúdame a volar esquivando lo ordinario. Dame el tiempo del silencio para reescribir esta ciudad.

domingo, 31 de enero de 2010

Ñoquis


Salsa blanca, salsa roja, tenedores para darle forma a la pasta. Un padre autoritario y amoroso, una pequeña que quiere a todos, sin discriminar. Músicos como niños, como hombres, como filósofos improvisados. Mujeres sin destino, sin noche posible, sin finales a la vista, como debe ser.

La luz amarillenta y el queso derretido en minutos que se vuelven horas que se tornan en relato. Los recuerdos, querida, y las posibilidades nos aguardan mientras sirves generosa, sacamos los billetes, las monedas, los ponemos debajo del plato y reímos.

Los sin compromiso, sin responsabilidades que no sean propias, los que existen, esos somos. Felices de cocinar, de enseñar y aprender, de lavar charolas y escuchar música, mirar a los chicos marcharse a perseguir la noche y quedarse en la silla, dejando que el sopor invada el cuerpo, traiga el sueño y el futuro.

Tan fácil es a veces estar vivo.

miércoles, 27 de enero de 2010

Hombres


No existe tal cosa como el hombre, sino muchos hombres que viven el temor o la risa.

Algunos ostentan la seguridad del juego, los he visto, confiados, hacer suyo cualquier camino que pisan; otros se esconden en cuevas, alimentando un odio secreto por las luces, describiendo espirales de palabras al oído de una dama, en el hueco de la almohada, sobre las hojas en blanco manchadas de vino.

Y sopesan la ganancia, cada vez que observan la curva deseada: hablan la lengua de los peces, transparente y refractante. Definen el mundo a conveniencia y flotan en la soledad, soñando, descubriendo más fantasías por experimentar.

Poseer a un hombre está prohibido, so pena de convertirlo en un idiota. Esos que descubren y enamoran, que se pierden en el tráfico y permanecen como el recuerdo difuso de las noches de sorpresa, no pertenecen mas que a sí mismos.

sábado, 16 de enero de 2010

Claridad

El cielo se pone claro sólo para que no olvides a las montañas que rodean tu casa, tu barrio y el punto cardinal que te sostiene del mapa. Están allí desde antes que las palabras, observando con paciencia cómo tus padres y tus abuelos construían caseríos a la vera del agua, convirtiéndolos en pueblos, allanando lentamente los caminos para unirlos y terminar escondiéndolos, como todo lo que ya no es hoy, detrás de grandes almacenes y avenidas ruidosas.

Vino el viento a barrer todo para que te dieras cuenta: sigues siendo tan pequeño como antes, morirás y los árboles bailarán al ritmo de las corrientes; las nubes ocultarán el azul y lloverá, caerá agua hasta que desaparezcan tus miradas, tus recuerdos y hasta las letras grabadas sobre el mármol de tu tumba.

Y es que, aunque no lo quieras ver, la fuerza indetenible no pertenecen al orden de lo humano.

miércoles, 13 de enero de 2010

Gorriones

Esta ciudad no es un buen lugar para vivir, estoy de acuerdo. Para escuchar la voz de los pájaros y sorprender a las ratas cruzando el caminito del parque tenemos que esquivar las avenidas y refugiarnos en los cafés de todos. Esto no se parece a nuestro restaurante de chinos pero hace las veces para el recuerdo. La mesera aburrida te hace la concesión de una sonrisa porque tampoco eres de aquí; la sopa de fideos transparente te la bebes entera mirándome la boca y ríes, porque no puedo seguir comiendo.

Miras una hoja y paramos el tráfico para tomar fotos, mientras me platicas porqué los gorriones se extinguen en tu país (no pueden hacer sus casas en los intersticios de los edificios, todo está demasiado bien aislado y sellado). Pienso, en esta ciudad nunca se acabarán los gorriones, dando saltitos, comiendo migajas de galletas y anidando en la oscuridad que divide una propiedad de otra. Esta es la ciudad de los rincones y los nuestros han desaparecido. Pero no la capacidad para crear nuevos.

Somos ese tipo de ave parda que sobrevive a todo menos al orden.





domingo, 10 de enero de 2010

Un momento de reposo

Detente, que los días no me alcanzan para dibujar la cara de este tiempo. Para un poco, siéntate conmigo sin hablar, sólo respira aligerando el correr de la sangre. Deja de buscar aquellas cosas que tan sólo pueden inventarse u olvidarse.

Ya son años y las décadas se apilan en la conciencia; se es quizá en demasiadas historias y hace falta un momento de reposo.

Siéntate conmigo, viento y nube, sol de la rendija, delicado silbar de lo posible: mírame largamente salir de los encierros, brillar a través de los cristales, pasar por las tormentas y sonreír mientras miro venir, en el horizonte, las creaciones ignoradas del futuro.


Cuitzeo, Michoacán.