La vida deja de ser un camino y me quedo de pie al borde de las realidades posibles, buscando una curva imaginaria, un océano que sea tierra líquida entre islas, unos ojos que me hagan escribir poemas sobre otras geografías. Las tentaciones en estos días se retrasan voluntariamente, los besos se prolongan en la imaginación, en una voz al otro lado del teléfono, una palabra interpretada: boletos hipotéticos hacia otras identidades, en las que yo no soy yo ni el mundo es esta mezcla de ruidos y rincones tras los que siempre encuentro a mis pocos, queridos, extraños amigos.
Ya no creo en las señales pero siento la delicada violencia de la insinuación. Casi no necesito decidir, hacer, ir; se me va la tarde soñando, ensayando falsos recuerdos contados a mis nietos inexistentes. Respiro la voz de los amantes que no conozco, a cuyas espaldas dormiré tranquila. Invoco al viento, que entre las montañas debe decir cosas más ciertas.
Ya no creo en las señales pero siento la delicada violencia de la insinuación. Casi no necesito decidir, hacer, ir; se me va la tarde soñando, ensayando falsos recuerdos contados a mis nietos inexistentes. Respiro la voz de los amantes que no conozco, a cuyas espaldas dormiré tranquila. Invoco al viento, que entre las montañas debe decir cosas más ciertas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario