Para Annie Gil.
Bailar sobre el aire cálido del domingo sin atarse al color del propio cabello, a las uñas que crecen con el rumor imperceptible de la muerte que atrapa el polvo ese tan fino que se respira por las mañanas, cuando una rendija de luz acaba con el sueño de la piel contra la piel... No existo, dice Annie, tengo nueve años y soy lo que hay entre las páginas de un libro mientras se pasan las hojas...
Lo que fue es una materia sumamente flexible. Querer, recordar u omitir el detalle de unas manos que tejen lana de colores o la boca del deseo que canta, imprevisiblemente emocionada, es más una cuestión de creatividad que de experiencia. Pues se ha ido todo ya, como la vida de aquella criatura pequeña que llevaste a casa esperando a que pasara la noche y que exhaló en un demasiado tarde que era demasiado pronto.
Viene el amor, la ruptura de las querencias que no se remedia ni acariciando al mundo con la punta de la lengua. La música que inunda el aire y las caderas, se refleja en el espejo una vez más, de no se cuántas pero siempre la primera. Criaturas que fueron y quizás no serán, atrapadas entre lo manipulado y lo inexistente. Por eso siempre es posible que sea domingo, de sol o lluvia, doliéndose entero el hueso de la muñeca izquierda por el golpe recibido o abriendo bien grandes los ojos para llenarnos de todo lo que sentimos.
No existo, no existimos. Pero podemos ser.
Lo que fue es una materia sumamente flexible. Querer, recordar u omitir el detalle de unas manos que tejen lana de colores o la boca del deseo que canta, imprevisiblemente emocionada, es más una cuestión de creatividad que de experiencia. Pues se ha ido todo ya, como la vida de aquella criatura pequeña que llevaste a casa esperando a que pasara la noche y que exhaló en un demasiado tarde que era demasiado pronto.
Viene el amor, la ruptura de las querencias que no se remedia ni acariciando al mundo con la punta de la lengua. La música que inunda el aire y las caderas, se refleja en el espejo una vez más, de no se cuántas pero siempre la primera. Criaturas que fueron y quizás no serán, atrapadas entre lo manipulado y lo inexistente. Por eso siempre es posible que sea domingo, de sol o lluvia, doliéndose entero el hueso de la muñeca izquierda por el golpe recibido o abriendo bien grandes los ojos para llenarnos de todo lo que sentimos.
No existo, no existimos. Pero podemos ser.
3 comentarios:
Yo sólo mastico hielo, apruebo (pruebo) todo.
Yo tampo existo...
Saludos y un abrazo.
ser antes que existir, tengo en mente desde hace tiempo esa diferencia
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