Una pausa, unas horas, un escenario desconocido para ambos. Aquí hay una ventana que da al traspatio de las casas, a los estacionamientos y al cielo, un rectángulo generoso y modesto que deja pasar las nubes sin detenerlas en el marco de aluminio. A mi lado respiras, otra vez tus dedos tan soñados recorriendo las superficies de lo que no soy, de lo que únicamente existe cuando lo tocas y recreas.
No hace falta fumar. No hace falta hablar. No hace falta comer. La pausa permite que la memoria de la piel toma el control de todo y disuelva los minutos en una botellita de agua, pierda las miradas en los ojos que reflejan otros ojos. Te reconozco, querido extraño, no te me has borrado de la cintura aunque hoy seamos tan otros y tan distintos nuestros cuerpos, con sus nuevos volúmenes de aventuras, bitácoras de viajes con nombres de mujeres terribles o dulcísimas, de hombres enfermos de olvido y normalidad.
La ternura es el ocultamiento de la piel en otra piel, los huequitos para dormir unos minutos, el vaivén acompasado de las mareas que sobrevienen despacio, una vez, otra vez, una vez más entre el aroma violento y los líquidos efímeros que nos regalamos. Salimos, sorprendidos: afuera es de día pero cuando me besas siempre, siempre es de noche.
La ternura es el ocultamiento de la piel en otra piel, los huequitos para dormir unos minutos, el vaivén acompasado de las mareas que sobrevienen despacio, una vez, otra vez, una vez más entre el aroma violento y los líquidos efímeros que nos regalamos. Salimos, sorprendidos: afuera es de día pero cuando me besas siempre, siempre es de noche.
1 comentario:
"Salimos, sorprendidos: afuera es de día pero cuando me besas siempre, siempre es de noche".
Tanto en tan poco........
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