Quiéreme en el requiebro de los labios, en el pensamiento que se escapa rumbo al sueño. No permitas que la tregua al mundo se termine y con los grados que le faltan a la noche invéntame algo parecido a una flama. No tengo prisa porque no tengo tiempo, cuando comienzan las cuentas regresivas vuelven los ausentes y por más estúpido que parezca me siento otra vez flotar sobre la bendita nada, ni la tierra ni yo temblamos, irse es una cuestión de seguir andando, brincar al mar o destrozar los planes.
La duda vive a mitad de camino entre la ilusión y cobardía. Esta mañana me desperté sabiendo tantas cosas que apenas me reconocí en el espejo: soy tan vieja como un mito, mi cuerpo es una máquina elástica que asombra, el cristal de mis ojos ha sido pulido por el ritmo secreto de nuestra especie casi aniquilada. Pase lo que pase la belleza de haber sido está intacta: esperamos el futuro para saber si se trataba de un poema, una novela, un reporte policíaco o simplemente una notita a mano, de esas que a veces encuentras en las banquetas llorando, pedacitos huérfanos de existencia.
La historia de una vida es una cuestión narrativa que no altera la intensidad de los momentos, el presente siempre eterno. Salgo de la casa, me templo la superficie contra el viento: abro la boca, hablo siempre, nunca miento.
Que comience la temporada de invierno.
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