miércoles, 13 de enero de 2010

Gorriones

Esta ciudad no es un buen lugar para vivir, estoy de acuerdo. Para escuchar la voz de los pájaros y sorprender a las ratas cruzando el caminito del parque tenemos que esquivar las avenidas y refugiarnos en los cafés de todos. Esto no se parece a nuestro restaurante de chinos pero hace las veces para el recuerdo. La mesera aburrida te hace la concesión de una sonrisa porque tampoco eres de aquí; la sopa de fideos transparente te la bebes entera mirándome la boca y ríes, porque no puedo seguir comiendo.

Miras una hoja y paramos el tráfico para tomar fotos, mientras me platicas porqué los gorriones se extinguen en tu país (no pueden hacer sus casas en los intersticios de los edificios, todo está demasiado bien aislado y sellado). Pienso, en esta ciudad nunca se acabarán los gorriones, dando saltitos, comiendo migajas de galletas y anidando en la oscuridad que divide una propiedad de otra. Esta es la ciudad de los rincones y los nuestros han desaparecido. Pero no la capacidad para crear nuevos.

Somos ese tipo de ave parda que sobrevive a todo menos al orden.





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