En la mirada de una mujer desconocida se puede leer el deseo pasado de hoja, apenas trasluciéndose por el envés del papel de arroz. Las sonrisas se ejercen a voluntad, pero el arte de mirar sin dejar ver que eres feliz o tienes miedo, es un reto que sólo está a la altura de algunos privilegiados manipuladores.
Porque la añoranza puede sorprenderte a medio vagón del metro y la envidia inunda cualquier iris sin quererlo. Nos medimos en segundos para disponernos a desear o desdeñar; clasificamos, morimos de sed o de asco. Unos ojos que persiguen una esquina rumbo a la sorpresa, son la cosa más terrible o pura que se pueda contemplar.
¿Y quién no cayó en la promesa que no leyó, sino que escribió en el otro cuando fue mirado? ¿Quién no ha entristecido, en la hora exultante del amor, con los ojos vacíos de la pérdida ajena? Y ante la mirada transparente de los niños, ¿quién no sucumbe a la fantasía de la esperanza?
Somos tan transparentes... ¡Pero tan malos lectores!
Porque la añoranza puede sorprenderte a medio vagón del metro y la envidia inunda cualquier iris sin quererlo. Nos medimos en segundos para disponernos a desear o desdeñar; clasificamos, morimos de sed o de asco. Unos ojos que persiguen una esquina rumbo a la sorpresa, son la cosa más terrible o pura que se pueda contemplar.
¿Y quién no cayó en la promesa que no leyó, sino que escribió en el otro cuando fue mirado? ¿Quién no ha entristecido, en la hora exultante del amor, con los ojos vacíos de la pérdida ajena? Y ante la mirada transparente de los niños, ¿quién no sucumbe a la fantasía de la esperanza?
Somos tan transparentes... ¡Pero tan malos lectores!
1 comentario:
Las miradas siguen matando...
Saludos y un abrazo.
Publicar un comentario