martes, 25 de mayo de 2010

La belleza

Caían las mujeres como muertas sobre los sillones, exhaustas de bailar, de llorar, de sonreír. Ser hermosa era un trabajo muy cansado, un proyecto ingrato, un teatro de sombras que consistía en sembrar evidencias, diseñar destellos, lanzar miradas con un hilito atado al otro extremo a ver qué se pescaba, qué recónditos recuerdos del otro se ponían en movimiento, quién decidía conmoverse, mojarse, sorprenderse con la vida ostentada, expectante siempre.

A fin de cuentas era el juego del azar: nunca se sabe lo que gusta al otro. Los piropos son el reconocimiento de la propia historia, la nota de agradecimiento al espejo, nuestra propia imagen puesta sobre el otro.

sábado, 15 de mayo de 2010

Sueños

Para variar amanecio lluvioso, el termómetro por fin debajo de los veinte grados. Soñé toda la noche con una muerte, tan real como terrible. No sólo viví la enfermedad y la agonía, la lenta extinción que congela, sino que además buscaba en el cementerio las cenizas en un sobre, entre cajas enormes de archivo muerto que contenían las historias y los huesos pulverizados de cientos de personas, ordenadas por fecha de deceso. Lloraba y las lágrimas me quemaban la garganta, no podía hablar y comprendía lo irremediable, la violencia de lo definitivo.

Desperté de nuevo enojada porque mi cuerpo se cree los sueños y tengo los ojos hinchados, las piernas cansadas de tanto caminar sobre el mármol, los brazos adoloridos por los nervios crispados. Me tengo que quedar en la cama para recordar que no pasa nada, que llovió por la noche, que el sol va poco a poco apoderándose otra vez del tiempo y es sábado, tengo mucho qué leer y nadie que yo conozca ha muerto.

Sin embargo lo sentí y al lavarme la cara, veo todavía en la esquina de mis ojos un pequeño rastro de terror...

domingo, 2 de mayo de 2010

Confusiones

Odio al mundo. Especialmente una parte, esa que me empaña los vidrios con un sol sucio, la que me obliga a callar, la que me quita la energía.

Me subí a la azotea a leer sobre el desamparo de Søren, mientras me bronceaba, fumaba y bebía agua, sin creer que él no pudiera creer en ser lo que se hace y por ello se orillara a creer en la fe. Todo son equívocos, temores y enmiendas a una vida que no puede tener sentido claro. No es tan difícil aceptar la muerte si se acepta que vivir es responsabilidad propia.

Está bien, no odio al mundo, tampoco a una parte. Pero a veces es agotador.