martes, 30 de noviembre de 2010

Cuento de otoño

Cada mañana cuando ponía el café recordaba que su vida ahora estaba llena de voces que no eran humanas. El rumor sedante del refrigerador que nunca para y las bellotas golpeando las ventanas, como si el viento fuera un niño travieso queriéndola obligar a mirar más allá del cristal para seguir con los ojos la caída suave de las hojas, el balanceo de las ramas, el sol que nunca deja de dar vueltas al mundo y organizar la vida de los obedientes.

Hablar es difícil cuando te acostumbras a la música y la soledad. El tiempo pasa leve en la casa, se puede cantar, andar de la sala a la habitación, encontrarte con las letras de los muertos, tan pacíficos y amigables, que esperan en el estante a que quieras hacerles caso. Hay libros que recitan al oído suavemente sus secretos; otros gritan desesperados ideas descabelladas; los menos son islas que te capturan el alma.

Ella pensaba que cuando estás solo eres eterno y adquieres la textura de lo que te rodea: ahora te deslizas como una sombra lenta sobre la tela del sofá; ahora pasan tus páginas como la anécdota emocionante de un estudiante que vuelve de la escuela; ahora reptas por los muros como una araña diminuta con un dibujo de estrella en la espalda. Se imaginaba que podría estar así durante siglos, sin más recordatorio de sí misma que la mente y el espejo.

Pero luego llegaba la noche y aparecía el Otro, con sus ojos de animal marino y un cuerpo que no rompía la calma, que se mezclaba poco a poco en el ambiente. Ella se desprendía de sus ocho patas, la tinta otra vez era sangre, adquiría color y volumen. Abría los ojos para besarlo y al tocarlo era de nuevo una mujer, a punto de tener voz para relatar las pequeñas maravillas de aquel día.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Entre puntadas

Hoy me senté en el portal de la casa a coser el botón que le faltaba a tu camisa. Pensé acerca de qué puntada usar, la conveniencia de las líneas cruzadas o paralelas redibujadas con hilo en su sitio. ¿Qué somos tú y yo, líneas paralelas, líneas que se cruzan? Al cabo de un rato sabía la respuesta. Encendí otro cigarro, ya no son Gratos pero todavía me hacen toser, este no estar donde estábamos ha hecho que mi cuerpo se rebele al fresco de la montaña. Caprichoso él como yo, ya lo sabes, con todo y la mantita verde sobre las rodillas, con todo y el suéter de punto, no se me va este frío de estornudos repetidos.

Intentaba explicarle a mis fantasmas que yo puedo poner la vida donde se me de la gana. Me decían ellas -sí, los espectros siempre son ellas- que eso no era cierto, que los recuerdos son una materia peligrosa. Yo me reía con la mano sobre la boca (como cuando trato de esconder la timidez que me da ser feliz, torpe y desmemoriada) y les decía que no, que son una materia dúctil. Ellas me miraban desde el limonero: por eso son peligrosos, porque los conviertes en lo que quieres y no en lo que son. Me quedé callada, ya no quise contarles mi secreto, que yo no quiero nada de mis recuerdos, que para eso tengo la realidad, que está siempre donde yo deseo.

Recordé entonces que a los señores con barba no se les permite entrar a los columpios del parque y se tienen que quedar mirando desde la cerca de madera, advirtiéndole a las niñas morenas del peligro de impulsarse demasiado alto, sonriendo sin mucha convicción y quizás con algo de envidia. Y me gustó pensar que soy un cangrejo pequeño que se esconde en la línea que hay entre el agua y la tierra, y que para tenerme hay que seguirme despacito, acariciarme la espalda y tomarme, con cuidado, entre los dedos.



domingo, 7 de noviembre de 2010

Última temporada

Quiéreme en el requiebro de los labios, en el pensamiento que se escapa rumbo al sueño. No permitas que la tregua al mundo se termine y con los grados que le faltan a la noche invéntame algo parecido a una flama. No tengo prisa porque no tengo tiempo, cuando comienzan las cuentas regresivas vuelven los ausentes y por más estúpido que parezca me siento otra vez flotar sobre la bendita nada, ni la tierra ni yo temblamos, irse es una cuestión de seguir andando, brincar al mar o destrozar los planes.

La duda vive a mitad de camino entre la ilusión y cobardía. Esta mañana me desperté sabiendo tantas cosas que apenas me reconocí en el espejo: soy tan vieja como un mito, mi cuerpo es una máquina elástica que asombra, el cristal de mis ojos ha sido pulido por el ritmo secreto de nuestra especie casi aniquilada. Pase lo que pase la belleza de haber sido está intacta: esperamos el futuro para saber si se trataba de un poema, una novela, un reporte policíaco o simplemente una notita a mano, de esas que a veces encuentras en las banquetas llorando, pedacitos huérfanos de existencia.

La historia de una vida es una cuestión narrativa que no altera la intensidad de los momentos, el presente siempre eterno. Salgo de la casa, me templo la superficie contra el viento: abro la boca, hablo siempre, nunca miento.

Que comience la temporada de invierno.