martes, 22 de junio de 2010

Coney Island


Entre las farolas que se repiten a lo largo del malecón de ese lugar, como pequeñas oraciones que nadie escucha o puntos de referencia para el vacío, van los pájaros de mar que se capturan en la foto como manchas pero arden en los recuerdos como ráfagas: las gaviotas se posan sobre la arena a dormir sin preocuparse de la gente mansa de ciudad, que sólo va a la orilla del océano a mendigar un poco de sol y música, que devora los helados mientras ríe inevitablemente por el aire: la playa siempre es hermosa aunque sea esta, con sus vieja rueda del infortunio y sus patitos de hule amarillo que lastiman los ojos.

Felices, por el deshielo, los que conocen el invierno. Cantan y miran directamente en mis ojos, me convencen de los milagros de la tarde, no permiten que esta voz se vaya con el viento.